A la hora de invertir su dinero, el ahorrador suele conceder más importancia a la seguridad que le proporciona un activo. Quiere generar un rendimiento a su patrimonio pero teniendo la certeza de que no va a sufrir pérdidas. Con la situación de los mercados de renta fija en situación plana, este concepto de seguridad ha pasado a segundo plano, en el caso de que se siga pretendiendo obtener una revalorización del patrimonio sin perder poder adquisitivo.
Entra en juego una mayor exposición al riesgo que conlleva invertir con sentido común. Invertir en bolsa no significa necesariamente jugar a la ruleta rusa, sino decidir qué valores nos pueden proporcionar un rendimiento adecuado. Cuando se piensa en invertir en compañías, una de las premisas de las que se parte señala que es mejor invertir en compañías consolidadas y que presenten un buen historial de beneficios. Esto nos da mayor seguridad que invertir en otras empresas que no son tan conocidas, pero que pueden ser igualmente válidas.
De hecho, tanto en un caso como en otro, la estrategia más correcta sería estimar el valor de dichas compañías y ver si su cotización actual está infravalorando o sobrevalorado su precio para saber el momento de entrada. Pero esto nos obliga a tener unos conocimientos demasiado amplios. E incluso nos induce a considerar que únicamente podemos ganar si acertamos en la infravaloración por parte del mercado.
La mentalidad del inversor suele centrar su atención más en las empresas que cree que van a ganar a largo plazo antes que en otras que pueden tener un peor recorrido a corto plazo. Y se desestiman de esta forma oportunidades de inversión que en muchas ocasiones están jugando a favor del inversor.
En realidad, en numerosas ocasiones puede haber más oportunidades de inversión en empresas que han experimentado una fuerte subida de su cotización y que tarde o temprano terminarán sufriendo una corrección.
Es difícil a veces pensar que se puede ganar 'a la contra', es decir, cuando se produce una caída de un valor, pero existen en el mercado diversos instrumentos que permiten acceder a estas estrategias de manera sencilla, como los Contratos por Diferencias (CFDs, como comúnmente se los conoce en inglés). Con los CFDs es posible invertir en acciones, índices o commodities, tanto en mercados bajistas como alcistas.
Actualmente el consenso de analistas de mercado estima que se va a producir una corrección de las bolsas que terminará incidiendo en el valor de numerosas compañías. Las expectativas de crecimiento todavía pesan más que los beneficios reales que han ido presentando trimestralmente las firmas y las últimas medidas del BCE siguen actuando como un enorme soporte.
Pero muchas empresas ya se han quedado sin potencial de revalorización, por lo que irremediablemente experimentarán una caída de su valor bursátil. Arriesgar por un porcentaje de esta caída puede proporcionar un beneficio para el inversor. En este escenario, también quedan algunas compañías que pueden verse beneficiadas en alguna medida, ya que su valor puede presentar un recorrido alcista, como los bancos medianos y las empresas constructoras, en gran medida por las medidas de estímulo del Banco Central Europeo.
Las grandes entidades financieras, por su parte, podrían ver recortado su potencial, ya que su cotización supera su precio objetivo actual, y tenderá a corregirse de cara a los próximos test de estrés que les espera a la vuelta del verano.
Por José Ruiz
Los CFDs son un producto financiero complejo. Se trata de un producto apalancado cuyas pérdidas pueden exceder el depósito inicial. Los CFDs pueden no ser adecuados para todos los inversores.
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